El caso suyo se expone mas difícilmente porque su acción no es tan determinante y compleja en el establecimiento de la dictadura como la de sus compañeros de esta lista. Pero usted si merece un lugar especial en esa lista porque usted representa lo que es la justicia en un sistema dictatorial: jueces serviles que no vacilan en emitir juicios que favorezcan al régimen, sin la mas mínima preocupación en cuanto a legalidad y derechos humanos. Ya hay muchos como usted en Venezuela pero usted es preeminente porque desde la Sala de Casación Penal que usted preside usted da el ejemplo, o mas bien el mal ejemplo a seguir.
Ya no se cuentan sus pronunciamientos particularmente crueles e injustos cuando se trata de lo que ustedes consideran enemigos del régimen. Se ve claramente en usted que la larga práctica de la justicia militar lo dejó amante de dichas dictaduras y adepto a sus métodos. Debo confesar que la premura que exhibió en trasladar el juicio de Biago Pilieri a Caracas para juzgarlo por tercera vez, por la misma ofensa, con el claro objetivo de que esta vez si salga culpable a toda costa, deja pasmado a cualquiera con el asombro.
Pero no se preocupe, jueces en la historia que se comportaron como usted, condenando sin consideración alguna a gente inocente, o no, siempre terminan en el banquillo de los acusados. El asunto, por si usted no lo sabe, ya no es si Pilieri u otros que usted condenó son inocentes o no. El asunto es que el proceder suyo es el de una dictadura de tinte totalitario donde se condena a la gente que se necesita condenar por razones políticas. Es esa mecánica material, esa des-humanización de la justicia, con el toque militarista de acatar sin chistar, que hace su crimen tan despreciable, tan vergonzoso, y tan merecedor del castigo que usted seguramente recibirá el día en que la justicia verdadera regrese a Venezuela.