Ha sido algo difícil escribir sobre la reciente huelga de hambre en Venezuela. Estoy tan harto de ver que el régimen está tan dispuesto a dejar que la gente muera de hambre que estoy casi opuesto a que la gente llegue a tales extremos; sin olvidar, digamoslo sin pena, que todavía estamos en mejor situación que la gente en Egipto. Es cierto que por el camino que vamos pronto estaremos en una situación como la cubana, donde una huelga de hambre será la única herramienta de resistencia que nos quede, pero ese día no ha llegado todavía y hacer huelga de hambre como solución a todo no es conducente a nada bueno.
Tal vez estoy equivocado y la visita el viernes del ministro de interior a un grupo de los estudiantes en huelga podría probar que están teniendo algún efecto: el coraje de estos no debe ser cuestionado aunque su loco ímpetu podría serlo. Pero, insisto, de lo que escuchamos del régimen sobre lo negociable, que podrían ser puestos en libertad ciertos presos políticos, se parece mucho más a un intento de romper el frente de los huelguistas que cualquier verdadero propósito de enmienda.
El quid del asunto es que el régimen ha colocado desde hace mucho tiempo la vida humana en el departamento de rebajas. ¿Cómo se explica que Chávez no pierde el sueño por los miles y miles de asesinatos violentos que tienen lugar cada año en Venezuela? Cuando alguien tiene el descaro de decir que esos asesinatos no son su responsabilidad, entonces se sabe que no le duelen para nada.
Amén de los que mueren en las cárceles venezolanas ¡fusilados por los otros presos como si nada!
La forma en que el régimen ha malogrado las víctimas de desastres naturales desde 1999 es otra señal reveladora: nos dice que simplemente son explotadas con fines políticos y se llega a impedir la ayuda si no sirve a los propósitos del régimen. Para el recuerdo, la denegación de la ayuda de los EE.UU. en 1999 o la confiscación el año pasado de los camiones de la Voluntad Popular llenos de insumos para damnificados.
Igual de perjudicial, aunque no sangrienta, es la total despreocupación por el régimen por la fuga de cerebros y de energía joven que Venezuela está padeciendo. Para todos los efectos prácticos estas personas que salen de Venezuela en busca de mejores esperanzas bajo otros cielos deben ser también sumadas al "número de muertos" que nunca volveremos a ver.
La realidad es que estamos tratando con un régimen que no tiene miedo en eliminar a sus opositores. En la era de la Internet y la CNN esto no ha sido tan obvio, pero todas las señales están ahí; no se equivoquen, la eliminación es una opción siempre presente para estos personeros.