Cuando la gente se deja seducir por la mediocridad y el resentimiento

Una lectora de Florida, Luisa Ramos, ha hecho un magnifico trabajo en traducir el texto que compuse en la noche del 7 de octubre y que llegó hasta las columnas de un conocido periodico. Solo tuve que hacer unos muy menores ajustes porque es verdad que mi pensamiento es a veces algo toruoso, lo que le da aun mas meritos a Luisa. Aquí lo tienen en castellano, para su disfrute y para los amigos que no lean en inglés.
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Recuerdo que hace varias décadas, cuando llegué a EE.UU. para obtener mi doctorado en ciencias, conocí a varios iraníes. Casi que todavía olían a azafrán y somag; fue tal vez un año o dos antes de que los Ayatolas se hicieran con el poder, tal vez uno o dos años después. No importaba, todos compartían dos cosas: una visión cosmopolita del mundo y una reticencia profunda a hablar de su país, excepto por aquellas frases manidas: "Sí, las cosas están mal", "Todavía tenemos familia allí", y la que nunca faltaba: "No, creo que me quedo aquí porque, tú sabes, una licenciatura de EE.UU. te consigue mejores oportunidades aquí que allá". Era claro que ninguno quería abundar en detalles, ninguno quería admitir que nunca regresaría a su patria.

Esta noche, cuando preferí sacar a mi perra a cumplir sus necesidades de medianoche en lugar de escuchar esa voz chillona —casi de mocosa— de Tibisay, así, de la nada, me vinieron algunas de esas escenas a la mente. ¿Para qué escucharla? Cualquiera que fuera la ventaja de Chávez, ya me enteraría por Tweeter en cuanto me reconectara.

Mientras trabajaba en la cobertura del día de las elecciones me pidieron que, dependiendo del resultado, que pasaría con esta bitácora. Quería hacerlo antes de conocer los resultados así que, esta tarde, me apresuré a redactar esa entrada. Ahora, al mirar hacia atrás me doy cuenta de que, muy dentro de mí, sabía lo que iba a suceder, cómo, a pesar de todas las apariencias, algo no andaba bien. Eso es lo que me empujó a escribir tan crudamente sobre lo que haría si Chávez ganaba, porque muy dentro de mí sabía que existía esa posibilidad.

Y fue mientras mi perra y yo tomábamos el aire fresco de la noche, mientras todos mis vecinos estaban encerrados silenciosamente en sus casas y comenzaba el despliegue de fuegos artificiales en el centro, que me acordé de mis amigos iraníes de tanto tiempo atrás. No voy a seguir escribiendo esta bitácora como hasta ahora porque, al igual que ellos, mi país me avergüenza. Ahora comprendo por qué siempre trataban de evitar hablar de su país y por qué se habían esforzado tanto por hacerse tan estadounidenses como les fuera posible. Se sentían avergonzados de que sus compatriotas se hubiesen rendido ante un culto oscurantista y regresado a la Edad Media, o lo que fuera que pasara como oscurantismo de la Edad Media en la historia de Irán.

Ciertamente, la victoria de Chávez me produce molestia y algo de depresión. Pero, para decirles la verdad, me siento extrañamente aliviado porque se han tomado algunas decisiones por mí y ahora solo necesito reenfocar mi quehacer. Para entender esto tienen que recordar que soy un científico y que, a pesar de lo duro que pueda ser para nosotros, no existe tal cosa como resultados malos. Un resultado es un resultado, y punto. Le corresponde a uno encontrar lo que verdaderamente implica.

Cuando predije que Capriles saldría victorioso por 500K, rehusando dejarme llevar —dense cuenta— por los que le daban un margen de 1 millón o más, comenzando por Capriles mismo, nunca dejé de mencionar que la abstención era la clave, si no de la victoria por lo menos del margen de la victoria. Al final, mi error fue prever que la abstención no iba a ser tan alta y engañarme pensando que, como compensación, Capriles tenía la capacidad de restarle votos directamente a Chávez. No fue así. La mitad de los votantes que se abstuvieron de votar en el 2007 y el 2010, regresaron al chavismo, en lo que se dice ser la mayor asistencia a las urnas en un par de décadas.

Durante el día vi a toda esa gente votar y los primeros informes del mini CNE me preocuparon de verdad, aunque nunca mostré mi preocupación, aunque resistí la natural urgencia de las encuestas a pie de urnas recordando cómo fueron un fracaso en el 2004. La ausencia de abstención empujó a Chávez a su tercer mandato. Por lo tanto, es necesario analizar el resultado e interpretarlo.

Las personas que reeligieron a Chávez hoy saben exactamente por qué votaron. Saben del crimen y la violencia. Saben de la inflación y la escasez. Saben de la vulgaridad como modo de vida. Saben que hay prisioneros políticos, mientras la casta más corrupta de nuestra historia deambula libremente por las calles. Saben de los apagones que nunca se resolverán, de los servicios públicos que empeoran por día, comenzando por las tan cacareadas misiones gubernamentales. Entonces, ¿por qué votaron por Chávez? ¿Porque consiguieron una lavadora gratis? ¿Por la promesa de una vivienda barata y de baja calidad para la que no tendrán servicios públicos adecuados ni trabajo para mantener?

La gente que votó por Chávez votó por él por culpa de Capriles (en todo caso, lo mismo habría sucedido con Leopoldo López e incluso con Pablo Pérez). Votaron contra Capriles porque se les recordó que la educación importa, de que para avanzar en la vida es necesario mejorar, respetar algunas normas, respetar a sus vecinos. Y no pueden hacerlo o no quieren hacerlo, que para mí es el mismo resultado. En 14 años, Chávez ha transformado en virtudes los que eran los vicios de la sociedad venezolana y así, tal como lo he escrito en varias ocasiones, Chávez fue el verdadero candidato conservador, el reaccionario, por el que se vota movido por el miedo a cambiar. La gente vota por Chávez incluso aunque no tienen agua corriente o electricidad; se sienten halagados porque el presidente del país es tan defectuoso como ellos, y me refiero a defectuoso en el peor de los sentidos. Él es el que se asegurará de que siga habiendo sinvergüenzas.

Chávez no los creó; ya existían cuando asumió la presidencia. Todo lo que hizo fue reforzarles su creencia en una apreciada autorepugnancia transformada en extraña arrogancia: el resentimiento social. Es por eso que no le ves problemas a las invasiones, mientras no sean a tu propiedad. Es por eso que te aguantas las rigurosas condiciones de vida que sufrimos ahora, porque cuando te da la gana de abusar de la sociedad no necesitas sentirte culpable de hacerlo. Es verdad, no todos los chavistas son así, mas sin embargo, por alguna extraña razón, algunos todavía creen que será el estado el único que los salvará. Pero, cada día más y más se están convirtiendo en resentidos.

La dura realidad a la que nos enfrentamos —con un resultado tan claro como el 54% del 80% de los votantes—, es que el 43% de los venezolanos desprecia a la gente como yo. Tal vez no hasta el punto de matarme, pero sí hasta el punto de tratar de joderme de cualquier forma que puedan. Y, de hecho, si les dieran una oportunidad muchos no repararían en matarme. Ahora, ustedes tendrán en Venezuela todos los problemas del mundo para controlar a los empleados, para recibir un servicio acorde con lo que quieren pagar, para demandar que un servidor público haga el trabajo para el que se le designó. Porque si ustedes piensan que tienen derechos, eso ellos lo verán como un impacto directo en su comodidad.

¿Quieren que siga escribiendo acerca de esa gente?

Cuando comencé a escribir esta bitácora, en diciembre de 2002, el mundo pensó que Chávez era lo auténtico. Ahora, excepto por los arrastrados marginales, el mundo entero sabe que Chávez es un charlatán. Me gusta pensar que he contribuido bastante a formar esa opinión. Después de todo, en apenas tres años pasé de ser un bitacorita desconocido a escribir un artículo para la BBC durante las elecciones presidenciales de 2006, en el que sugerí todo lo que iba a suceder de cara a la reelección inminente de Chávez. Despues llegó el referendum del 2009 y nunca volví a ser el mismo, mis entradas cambiaron y adquirieron un cierto tono poco moderado de amargura, que anunciaba el inevitable resultado de hoy.

Afuera ahora saben que, después de 6 años desastrosos, Chávez todavía se las arregló para ser reelecto, como si nada. La pregunta que se van a hacer ahora es por qué eso es posible. Somos un país que está quedando en ridículo a nivel internacional. Y yo no quiero ser parte de eso; a mí también me da vergüenza explicar que el 40% de los que me rodean son sinvergüenzas y que a una mayoría del 60% restante más bien le falta carácter. No tengo justificación para seguir viéndome con ellos. Lo mismo que mis amigos iraníes, que se sentían avergonzados por las mujeres que allá en su país no tenían reparos en volver a usar el chador, ese velo negro mutilante, con tal de dejar clara su postura, aunque eso las humillara inmensamente. Puede que hoy se arrepientan, pero es muy tarde, así como será muy tarde para ese trozo de tal vez el 10% del electorado que puede haber votado por el chavismo por miedo a perder sus empleos o por alguna otra excusa cobarde. Están condenados a usar un chador mental y no lo saben.

Para terminar, no quiero echarle la culpa a Capriles. Él creyó en lo que hizo y lo hizo bien, seguramente demasiado bien. Su problema fue, al igual que la mayoría de los políticos de Venezuela que no tuvieron el valor de perder una elección basada en principios verdaderos, forzar a los sinvergüenzas a votar por Chávez con pleno conocimiento de causa. En su lugar, pretendieron que convencerían a la gente prometiendo un chavismo mejor, un enfoque brasileño, Lulaesco. Tal como anticipé en los análisis de las primarias, fallaron porque, al final de cuentas un sinvergüenza no va a probar con una copia cuando ya tiene el original.

¿Tengo que recordarles que en febrero voté por María Corina Machado? A ella no le habría ido tan bien como a Capriles, seguro, tal vez le habría ido mucho peor, pero por lo menos habría educado a la gente, los habría forzado a considerar la alternativa real de sacarnos de la mediocridad. La gente habría conocido un proyecto verdaderamente diferente, para que al menos cuando el chavismo caiga —que caerá tarde o temprano, con el cáncer o sin él, todos esos regímenes desaparecen—, tuvieran una idea clara de hacia dónde dirigirse, cuál es la alternativa, incluso aunque sea una alternativa que no les importe mucho. Ahora, después de la campaña de Capriles, el país entero piensa que las únicas dos alternativas válidas son el chavismo suave y el chavismo fuerte, así que nuestra agonía se prolongará innecesariamente, incluso aunque Chávez estirara la pata mañana mismo. Una vez más, perdimos nuestra opción de una educación verdadera. Y ya que hablamos de eso, si hay una cosa en la que verdaderamente fallé fue dejar que la necesidad absoluta de sacar a Chávez de Miraflores me forzara a seguir la corriente y estar de acuerdo al menos con algunas partes de las propuestas del MUD.

No voy a dejar de escribir de lo que sucederá próximamente en Venezuela, no de inmediato. Continuaré con esta bitácora por un tiempo, tratando de llegar a diciembre con el análisis electoral, escenarios y lo que sea porque igual hace un científico que lleva a cabo cualquier buen experimento, escribe una monografía incluso aunque sus intereses investigativos vayan a cambiar. En diciembre, la bitácora cumplirá diez años y quiero llegar a ese aniversario.

Pero, cuando llegue enero las cosas serán diferentes. Todavía no sé con seguridad qué será, pero una de mis metas será crear una esfera más privada y civilizada, alejada del lumpen mental del chavismo. Un refugio privado para los que quieran analizar literatura, historia, arte, música, turismo, tal vez relacionados con Venezuela. ¿Quizás artículos sobre política de América Látina? Tanto escribir a través de los años me ha atrasado en la lectura y eso no puede continuar. Tengo que refrescar mi mente. Para sobrevivir los próximos años en Venezuela, se necesita un lugar de clase, donde los bienvenidos sean unos pocos. Para empezar, restablecí la política de moderación total, así que de ahora en adelante no permitiré que chavistas ni anónimos surtidos escriban lo que les venga en gana. Escribir en la sección de comentarios será un privilegio. Lo siento si al final no tengo ni un comentario. Ya estoy más allá de eso, más allá de la competencia de las bitácoras, de las estadísticas de Google de cuantas marcas mi bitácora logro esta noche, más allá de la gloria posible de una pantalla negra en CANTV, más allá de que el JVR me nombre en Televen, más allá de entrevistas, más allá de... Y, por encima de todo, más allá de salvar a los que no quieren que los salven.

Y créanme o no, dos sentimientos coexisten en mí esta noche: depresión y alivio. Los problemas de mi país ya no son míos, aunque tenga que sufrir por ellos.


Traducido por  L. Ramos, Traductora Certificada, www.proz.com/profile/70945