Los culpables de la dictadura: Maria de Queipo

Al escribir sobre usted debo reconocer que los méritos legales para ponerla presa el día en que la justicia regrese a Venezuela no son tan obvios como los de sus colegas ya descritos. Pero sus des-méritos éticos son posiblemente mayores.

Lo que usted ha hecho con la ley de educación, y lo que se propone hacer con la ley de universidades es destruir la educación critica en Venezuela, criterio indispensable para poder formar los científicos y creadores necesarios para desarrollar un país y sustentar la democracia.

Lo que usted propone es establecer un sistema donde lo único verdadero es lo que diga el gran líder, aunque sean las mas atroces burradas, que las dice.  En su sistema el barrendero tiene la misma autoridad para decidir que se enseña y que se investiga que el que dedicó su vida a entender las inquietudes universales.  El problema verdadero de su modelo es que ese barrendero mítico no existe ni existirá, porque los barrenderos de verdad son gente honorable. El barrendero o barrendera que usted tiene en mente es un delegado o delegada del poder central para desprestigiar al que tenga que ser desprestigiado, a desnudar lo que había en la papelera del científico no conforme cuando venga el día de su juicio público por la comuna popular.

En el mundo que usted propone no se podrán hacer méritos académicos, ni serán necesarios ya que el único mérito será la lealtad al sistema.  Ya lo vemos con la llegada de su hija al tribunal supremo que por méritos académicos superiores no parece haber sido.  Ustedes se pagan y se dan el vuelto.

Si bien es posible que usted nunca vaya a juicio, el juicio al cual usted no escapará es el de la historia donde usted terminará junto a todos esos farsantes que acompañan a Trofim Lysenko y otros aduladores que pudieron trastocar impunemente el porvenir de su país porque nunca tuvieron que demostrar que sus teorías tenían sentido científico alguno, ni las apoyaba la realidad experimental.

Pero en el país de Pudreval todo es posible, incluido la putrefacción mental que usted propone a las universidades, abono indispensable al florecimiento de dictaduras.